La palabra viene del latín “tolerantia”. Se define como respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias. A nivel individual es la actitud que tiene un individuo de aceptar aquello que es diferente a sus valores.
El concepto de tolerancia parte de un hecho de que todos los individuos somos distintos y esas diferencias deben ser consideradas como fuente de progreso para la sociedad, permitiendo hacer más provechosa la convivencia entre hombres y mujeres. Es la aceptación o reconocimiento de la pluralidad de doctrinas o posiciones.
En el orden de la psicología humana, solo se puede ser tolerante con aquello que nos causa molestia, con lo que no estamos de acuerdo pero que se acepta para mantener el orden que se ha establecido en la sociedad y que está basado en un conjunto de prácticas, actitudes y valores.
En el plano social constituye uno de los valores humanos más respetados y considerado como fundamental para la convivencia o coexistencia pacífica con los demás. Es todo lo contrario a la persecución de la persona o grupo considerado diferente o problemático. Cuando se es tolerante se entiende que si alguien es de una raza distinta de la suya o proviene de otro país, otra cultura, otra clase social, o piensa distinto de él, no por ello es su rival o su enemigo.
A lo largo de la historia ha habido muchos casos de intolerancia étnica, política o religiosa. El punto común de todas ellas ha sido el querer imponer, a toda costa, la voluntad de un individuo o grupo social haciendo uso de la violencia o agresividad. Basta recordar la intolerancia de la iglesia durante la inquisición, el fundamentalismo como exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida, el exterminio de los judíos por parte de los nazis o las dictaduras latinoamericanas en las que la intolerancia era la forma de llevar a cabo el absolutismo para imponer una sola ideología con todo el poder concentrado en una persona. Y para tiempos actuales, basta con ver el atentado al semanario satírico “Charlie Hebdó” en París donde en un atentado yihadista, asesinaron a 12 personas del mismo.
La tolerancia debe admitirse como el respeto a la diversidad, sin embargo este respeto a las diferencias tiene un matiz activo y pasivo. Ser tolerante pasivo puede tener un grado de perjuicio cuando, por ejemplo, se es indiferente ante la violación de los derechos fundamentales de las personas. Hay situaciones en las cuales no podemos ser inertes y debemos actuar con energía, mas no con violencia. Ghandi decía “si respondemos ojo por ojo, lo único que conseguiremos será un país de ciegos”.
En otro orden, la tolerancia activa busca entender y valorar las ideas discrepantes, implica solidaridad y benevolencia, entendiéndose esta última como simpatía y una actitud de buena voluntad. Séneca, filósofo romano, decía que los hombres deben estimarse como hermanos y conciudadanos, porque “el hombre es cosa sagrada para el hombre”.
Pero ¿de qué manera podemos aceptar la diversidad de ideas o posiciones?
– Pongámonos en el lugar de los otros para tratar de entender sus problemas y su manera de actuar.
– Escuchemos sin interrumpir y permitamos a los demás la oportunidad de expresarse.
– Veamos en la diversidad de razas y culturas una señal de la riqueza y amplitud del mundo, en lugar de motivos de desconfianza.